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16 FR. EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA relámpagos; la lucha interior, muy breve; la decisión del P. Fi– del, rápida. Antes de que se extinguieran los últimos ruidos de la carr:aca, estaba ya él metiendo sus calientes pies en las sandalias ateridas de frío ; pudo aún adelantarse a los más rezagados, y al cabo de pocos segundos se encontraba en el coro esperando con la mejor disposición el comienzo del rezo litúrgico. Cada uno de rodillas ,en su sitio, algo encogidos todos y arre– buj.ándose en sus mantos para guardar· mejor el calor, con la cabeza inclinada y el pelo en bastante desorden, aquellos reli– giosos--,desde jóvenes estudiantes hasta hombres bien maduros– se disponían a hacer algo de suma importancia: cantar alabanzas a Dios, ofrecerle la oración oficial de la Iglesia... j Ellos iban a orar, mientras otros muchos dormían, mientras otros, no pocos, pecaban... ! Pensando las cosas bien, ,era para sentirse emocio– nados y fervorosos ; pero resultaba difícil pensar bien las cosas un día y otro día. j Si tan sólo una vez al mes hubieran tenido que levantarse a Maitines... ! Pero no ; era aquél un acto de divino servicio que había •que realizar todas las noches del año. ¿ No se requería el mejor esfuerzo del espíritu para poner en él la debida generosidad y f.ervor ? ¡ Dios lo sabía bien ! Sobre las cabezas inclinadas sonó un golpecito, dado por el P. Superior con los nudillos de su mano en la madera del recli– natorio corrido ; varias docenas de manos derechas salieron en– tonces de debajo de los mantos, se llegaron a la boca, y trazaron sobre los labios una pequeña cruz. El P. Fidel hizo como todos; y empezó a rezar lo mejor que pudo la oración ,preparatoria que cada uno había de musitar para sí: ,ccA bre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi coraz6n de toda clase de pensamientos vanos, peligrosos o ajenos; ilumina mi inteligencia, inflama mi afecto, para que sea capaz de recitar digna, atenta y devotamente este Oficio, y merezca set· escuchado en la pre– sencia de tu divina Majestad... » Trató de recitar bien esta oración, por,que sabía que de su buena recitación dependía en gran parte el que saliera como Dios quiere el siguiente rezo coral. < No sería verdaderamente la– mentable que, después de ha:cer el sacrificio de ir al coro en aquella hora, se dejara que la indolencia, la rutina, y el solapado
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