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124 FR. EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA a coger el trébole, el trébole, el trébole, a coger el trébole los mis amores van ... n Amores y ,amoríos iban y venían... Por los paseos a orillas del Bernesga, por los jardines municipales de San Francisco y de San Marcos, en los portales silenciosos de las casas, bajo la luz artificial de las verbenas, el verbo que más se conjugaba entonces en Le6n era el verbo AMAR, en sí mismo o en su vari,ante de QUERER. ¿ No debía ser considerado con todo de– recho como cernes del amorn aquel tan ,grato mes de junio ? Sí, podía y debía ; pero no sólo del amor fácil en que única– mente ,pensaban parejas y parejitas. Había otro amor, maravilloso y difícil, que desconocían casi en absoluto los que hablaban de amor a orillas del Bernesga, y en los jardines de San Francisco y San Marcos, y en los portales de las casas, y bajo la luz de las verbenas... El mes de junio, con sus míe.ses, con sus rosas, con sus ven– cejos, con su sol, era e,l mes del Sagrado Coraz6n de Jesús. de un corazón que pudo ser presentado al mundo distraído con estas sencillas, pero tremendas palabras: ccHe aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres... , y de los cuales no recibe en pago más que ofensas y desdenes.» La revelaci6n de este amor tan inmenso como incompren– dido la tuvo para sí Josefina estando un domingo del mes en la iglesia de San Francisco. Era por la tarde. Sin saber por qué, había sentido aquella tarde una suav;e melancolía, y también una desacostumbrada necesidad de ccir al Señor» ... Casi una hora antes de que em– pezara la función religiosa, estaba ya Josefina arrodillada en el primer banco de la i,glesia, lo más cerca posible del a1tar. No sabía qué podrfo hacer allí tan largo rato, pero ella tenía necesidad de estar allí, delante de El. A lo largo de los últimos meses se había venido familiarizando con •la oraci6n, y le resultaba ya bastante fácil ,pensar en Jesús, habJ.ar con Jesús, amarle. Pero ahora no sabía cómo emplear mejor el tiempo que iba a estar en su presencia: si leyendo y meditando, si rezando, si pidiendo ... Al fin, se quedó mirando muy sencillamente al Sagrario: amaba ya mucho al que estaba
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