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JO FR. EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA la Gracia tenía diecinueve años y no ;poco de lo que indicaba su nombre ; era rubia ,(y no es que se conceda mérito especial al tener el pelo de éste o del otro color), de ,buena estatura, y había en su rostro tres cosas de ,calidad: una suave tez blanca, un mirar inoc,ente de sus pardos ojos y una pura expresión infantil que ,parecía quitarle dos o tr,es años de encima. Quizá en la intimidad de su lindo piso pasara todavía :muy buenos ratos entretenida con varios muñecos, pero estaba muy lejos de ser pueril ,o semitonta; era toda una personita, y, con algunas ráfa– gas de terquedad, no carecía de eso que se llama ¡personalidad y carácter. María de la Gracia 1pronunció con garbo y entonación su bien aprendido discurso, despertando entusiasmo y recogiendo a,plau– sos entre los numerosos oye,ntes ; su ,gracioso vestido de color rojo parecía símbolo y promesa de las llamas que ya empezaban a levantarse en unos cuantos corazones. Con el discursito de María de la Gracia se ,concluyó la Asam– blea de los ,terciarios franciscanos J.eoneses. La gente empezó a desfilar, comenzando, como en la escena evangélica, «por los más viejos,, ... Se hacían comentarios, se ponían ,en forma abrigos y bufandas, se despedían, ya en la calle, los amigos... , y todos parecían encontrarse satisfechos y ,animados de la mejor vo– luntad. El P. Fidel de Peñacorada ,estaba seguramente más contento que nadie, y pedía en su corazón a Dios que de todo aquello quedara algo... Debido a su juv,entud (menos de treinta años) era aún capaz de ilusionarse con ,exceso, pero ya iba entendiendo las cosas humanas en el grado suficiente para darse cuenta de que no todas las flores pueden convertirse ,en fruto y que hasta por las tierras mejores llegan a perderse no pocos granos de se– mentera. El P. Fidel estaba contento, sí; pero también muy cansado. Sólo cuando se pasa por ello llega uno a darse cuenta de lo que supone ,preparar convenientemente tales actos públicos: es uno mismo quien tiene que estar personalmente en todo, desde la hechura y ensayo de los discursos, confección de programas, etcétera, hasta la preparación material de innumerables cosas para una representación escénica en un local •que no cuenta con

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