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114 FR. EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA sólo en la medida en que resulta necesario o útil para alcanzar lo que se busca como fin. Ha de haber eno17me diferencia, por ejemplo, entre los que trabajan ,para tener con qué comer y dis– frutar de la vida, y los que trabajan y comen y viven par,a un fin más alto : ,el fin de amar a Dios y demostrárselo cada día en el Jiel cumplimiento de su voluntad. -Entonces ¿ es en el modo de vivir nuestras cosillas de cada día donde se encuentra el secreto de una alta per.feoción cris– tiana? -Ciertamente. Hasta en verso lo ha dicho don José María Pemán: <<La virtud más eminente es hacer, sencillamente, lo que tenemos que hacer... n "· »Pero todo eso que tene,mos que hacer--nuestro «quehacern– no se hará en la debida forma, sí falta en el ,alma el es,pÍritu de oración. Cuando se atiende poco a Dios, es natural que el hombre se eche de bruces, ,con voraz ,apetito, sobre las mez– quinas satisfacciones de esta vida, sin Ievantar los ojos a un mundo más alto, que no se siente. »Y cuando se obra así, ¿qué valor de eternidad puede tener una vida humana? En cambio, cuando el alma se deja penetrar del Espfritu de Dios, hasta la existencia más vulgar se hace mara– villosamente ,alta y fecunda. Ya recordarás aquella página de la pobre María, d,e 1a oscura oostur,er,a que <cera a los ojos de Dios uno de los personajes más importantes del mundo.>> -Sí ; y recuerdo también 1o que usted nos dijo en la última reuni6n : que una modesta colegíala pue:de hacer por la paz ver– dadera más que los distinguidos discurse.adores ,que se juntan en las asambleas internacionales, y que una humilde sirvienta puede contribuir más poderosamente a la renovación de la so– ciedad que el estadista y el sociólogo con todos sus esfuerzos, y que una escondida mujer de su ,casa puede ,conseguir tantos fru– tos de salvación como el sacerdote de nuestros países civilizados y el misionero de las selvas amerfoanas... A mí me cuesta creer todo esto, me parece que se trata de e~ageraciones piadosas, y