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TEMPORAS DE PRIMAVERA 9 El fuego no pudo acabar con las puertas, pero dejó en eUas una inddeble marca de negrura; y el salón, mustio, vacío y como acurrucado, t,rató de pasar iniadvertido, wmientras Ja cosa dura– sen, en :aquella su ,esquina de León, entre la ,carretera de Saha– gü.n y el camino de la Correder.a. Cuando el gran clarinazo de amaniecida resonó por todos los ámbitos de España en julio de 1936, ,el semimuerto Salón debió de sentir un estremecimiento: la vaga sensación de que iba a cambiar el s.iigno de su hasta entonces bien •lamentable historia. Los dfas de v,er,gonzante inutilidad tocaban a su .fin; ,pero ,aún le quedaban jornadas duras: servir de iprovisiona1 acuartelamien– to a diversas unidades de soldados... ; cobijar las ruidosas y para él niada suaves activiidades del ,gaUardo Frente de Juventudes... Como marca y recuerdo de su destino mHitante, le quedaron al estoico Salón un piso maltratado, bastantes cristaies rotos, pa– r,edes muy necesitadas de lim:p:ieza y una ,porción de ,cosas que no funcionaban. La gente lo &ab:ía; sabía también que no era fácil fa renovación ·de ,aquel amplio local, bien por la falta de pesetas, bien por el recelo c,on que varios Superiores de la Orden miraban un tipo de ,actividades apostólicsis que había de tener su campo de ,oper,aciones ,fuera del templo. Por eso, ninguno die los asistentes a la antedicha Asamblea de la V. O. T. se extrañaba ni se quejaba del estado poco agradable de aquel Salón-Teatro tan fogueado por la adversidad. Desde no ,muchas s,e,manas antes un cálid,o soplo de reanima– ción estaba corriendo por la Hermandad leonesa de la Venera– ble Orden Tercera de S. Francisco. Iba subiendo la temperatura en las ,almas ... ; así, los asistentes a la Asamblea no hacían mucho caso de la baja temperatura material que tocaba fríamente sus cuerpos mi,entras los ojos y fos oídos estaban dirigidos oon suma atención al ,escenario. El P. Edel de Peñacorada había dicho, iba diciendo, una porción de cosas fa) v:ez muy sencillas, pero qure tenían la rara virtud de despertar emoción en la hondura de los mejores ,espí– ritus. No todas aquellas cosas las decía él personalmente ; bas– tantes las había puesto en un bien cuidado discursito que había de ,pronunciar la jov,en terciaria María de la Gracia. María de
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