BCCCAP00000000000000000000752
69 honor de San Blas, prolongándose hasta fa. madruga– da del día siguiente : to.dos los Padres deseaban que terminara aquel acto acompañado de no pocas irre- · verencias; mas no encontraban la manera de supri– mirle. El párroco ordenó al Padre Santos que presi– die.ra la procesión, pero .debiendo retirarse a fas ocho. Indicó humildemente el Padre, que sería muy difícil por la inveterada costumbre reinante; obedeció, sin .embargo, sacó la procesión y se retiró a las ocho, con– forme a la orden recibida. Entonces armaron los ne– gritos un escándalo de padre y. señor mío, con gritos y p}'.otestas, en la plaza y ante la Residencia parro– quial, sufriendo con resignación el buen Pacfre las con- . secuencias de la impremeditada disposición del Supe- rior. · "No es raro que el misionero se extravíe en sus excursiones apostólicas al penetrar por lugares ente– ramente desconocidos. Nuestro Padre Abelgas, según referencias de algunos compañeros suyos, llegó en sus jiras misioneras a rinc<5nes tan apartados, que, desde que allí estuvo el Padre Esteban de Adoain, no habían visto sacerdote alguno. '¡En una de estas excursiones anduvo caminando :por andurriales y vericuetos, de acá para aHá, sin rum– bo fijo, viniendo a par~r, por fin, a un rancho medio destruído en que vivía una enferma gravfsiñma; esta– ba amancebada. La confesó, la administró la Extrema– Unción, la :recomendó el alma, y al poco rato, en pre– sencia del mismo Padre. . . murió. La Providlencia di– vina velaba por aquella alma :pecadora, y al fin de su vida le enviaba un Ministro para que la salvase. La pérdida o extravío había sido providencial" (23). (23). Padre de Carrocera, Ven, Misionera, año ·¡ 9, póg. 120.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz