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60 El año de 1849 fué el R. P. Esteban de Adoain enviado por sus Superiores a Cuba, con la noble mi– sión de restaurar el Colegio de la Habana, al cual pu– dieran retirarse los Religiosos que moraban en Ve– nezuela, vistas las insuperables dificultades que se les presentaban para establecer de nuevo las florecientes Misiones, que, antes de la independencia, habían funda- . do los Capuchinos ,en la Patria del Libertador. Pero cuando el celoso Misionero llegó a la Capital Cubana, el 24 de enero del año 1850, encontró el antí– guo Colegio ocupado por el Gobierno, excepción hecha de una habitación en que moraba el Padre J acint o .de Penacerrada, Misionero Capuchino, preconizado más tarde Obispo de la Habana, quien bondadosamente ce– dió parte de su humilde celda al Padre Esteban. Mas este, breves días solamente permaneció en su campa- · ñía, ya que se separó del Pa,,dre Peñacerrada para diri– girse al Convento de San Agüstín, habitado por los Padres Menores ,de la Observancia. Tan pronto como le fué posible, comunicó el ce– loso Misionero el objeto de su viaje a la Capital de la República, al Excelentísimo Sr. Obispo y al Capi– tán General; el cual objeto no era otro que fundar de nuevo el Colegio Misionero Capuchino en la Isla. Am– bos ilustres personajes juzgaron que el acaricia– do proyeC'to reportaría grandes beneficios para ]a mo– raJizaciqn de las costumbres y para levantar la pie– dad, bastante decaída. Para que ejecutara dicha em– presa, cediéronle un Convento ubicado en la pobla– ción de Guanabacoa. Gozoso, como puede presumirse, escribió el P. Esteban al Padre Prefecto de los Capu– chinos establecidos en Venezuela, pidiéndole ei envío de algunos religiosos. El Superior atendió su ruego, ya que, además de mandar a Cuba a los RR. PP. Julián de Hernani, y Fernando de Logroño, y al Herman0,

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