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50 Pero es de suponer que, en aquellos momentos de suprema emoción, volaría su pensamiento a regio– nes muy lejanas y misteriosas, para rogar por un ser ausente muy querido, a quien perdiera siendo aún ni– ño. Sí, el Padre Santos se acordó entonces del autor de sus días, de su amantísimo Padre, el cual, posible– mente contemplaba desde las alturas dichosas el in– cruento Sacrificio celebrado por el hijo bueno y pia– doso. Mas siendo cierto que en la. Mansión de los jus– tos no penetra mortal alguno que no se encuentre tan purificado y resplandeciente como los rayos del sol, el Padre Santos, después de orar fervorosamente por él mismo, por sus seres queridos, por todos Jos pre– sentes, cuya fe es conocida del Señor, eleva otra garia diciendo: "Acuérdate también, Señor, de mi pa– dre, que me precedió con la señal de la fe y duen:ne el sueño de la paz. A mi padre, Señor, y a tocios los que descansan en Cristo, rogámoste les concedas Ju– gar de refrigerio, de luz y de paz". ¡ Cuan dulcemente resonaría la plegaria sacerdo– tal del hijo, elevada al Señor en sufragio del alma del padre! ¡ Qué consuelo para el hijo al saber que el autor de sus días recibe de sus manos consagradas el valor satisfactorio de la purificadora Sangre de CI'isto, caso de que tuviera necesidad de pagar deudas a la divina Justicia!! Terminada la celebración, se recoge en su inte– rior el Padre Santos, da gracias a Dios por la i11.i-nen– sa dignación d:e~ Señor, le adora reverentemente en su pecho convertido en sagTario viviente, y toma la :re– solución de celebrar siempre la santa Misa, aunque deba imponerse grandes sacrificios, como más tarde se los exigirá el Señor para cumplir el laudable y de– voto propósito, especialmente cuando se encuentre en– tre los indígenas del bajo Orinoco, con el fin de lla– marlos a la civilización cristiana e introducirlos por la luminosa senda que conduce a la patria celestia:t
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