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25 Pero fija su mente en la idea de ser algim día ca-– puchino, no- se arredra ante las dificultades con que tropieza en el estudio, del cual se- sirve para hacer· actos de vencimiento y de humildad, principalmente cuando de · labios del propio hermano oyó estas ·pala– pras, hasta cierto punto para él ofensivas: uvete a los. capuchinos, porque, tal vez con ellos aprend.lis, 1o que te es imposible en el aula de tu hermano". Naturalmente retraído, tuvo, sin embargo algunos. amigos entre los condiscípulos, pero escogió siempre los mejores, y aun con ellos no condescendía en nada que pudiera menoscabar la virtud o poner en peligro– la ;vida ejemplar de qtúen aspiraba a ser verdadero discípulo de San Francisco. Ni el ejemplo de su hermano y educador don Es-– teban, ni el de don José, también hermano y sacerdote como el anterior, ni el de sus condiscípulos de semina– rio, ni la meditación de la vida austera de los Capu~ chinos, que, con tan vivos colores le habían pintado, ni .la posibilidad de ser enviado entre los fieles, ni el peligro de perder la vida a manos de los m1smos, nj. tampoco la fama y los sermones del Padre Conde, fqeron capaces de entibiar los seráficos ardores del joven Lorenzo, los cuales, de día en día, le impulsa– ban, con creciente anhelo a abrazar la vida austera y penitente del crucificado de la Alvernia; antes bien, con los años se aumentaron sus deseos y se robuste– ció la inquebrantable resolución de hacerse capuchino. Con laudable pe_rseverancia insistió an~e los Supe– riores de la Orden, para lo cual daba frecuentes ca– minatas al convento de León. En su última, visita le examinó el Padre Guardián, del latín, y encontrándo– le convenientemente preparado, escribió a don Este-• han, diciéndole que no convenía que demorase por más. tiempo el ingreso. Y se quedó ya en el convento, sin.
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