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24 Aunque don Esteban admiraba la vida de !os Ca– puchinos, le parecía demasiado dura púa su hermn:– no; por lo mismo, no pudiendo conseguir de él que se hiciera sacerdote secular, le insinuó que entrara jesuí– ta, y para que se aficionara a los Padres de la Com– pañía, envió a Lorenzo a León, en la ocasión en que el famoso misionero Padre Conde daba una misión en Ja parroquia de Santa Marina. Pero quiso la divina Providencia que allí se encontrara también con el Pa– dre Pío, quien había ido a ayudar a los PP. de la Com– pañía, para oír confesiones; allá se fúé Lorenzo, lleno de satisfacción, sin pensar más que en su P. Pío y en ser Capuchino como él. Maestra sabia y Madre cariñosa la Iglesia, quiere que se evite la precipitación, en asunto tan grave como es la elección de estado; ya se trate de abrazar el matrimonio, ya el estado sacerdotal secmar, y¡,J, e1 es– tado religioso en alguna Orden o Congregación. Para el último exige, como condición indispensable, para la validez, haber cumplido los aspirantes quince años por lo menos. Por eso el joven Lorenzo, a pesar de que ya se sentía capuchino como el Padre Pío, deberá esperar varios años para que se cumplan sus· ardientes deseos de pertenecer a la gran familia del Pobrecillo de Asís, como hubo de esperar Santa Teresa del Niño Jesús para encerrarse generosamente en el convento carme- litano de Lisieux. · Entre tanto, su hermano don Esteban le dedicó al estudio del latín, con otros jóvenes de su edad·, para lo cual estableció un seminario menor en la población de Villanueva del Pontedo. De mediano ingenio nues– tro biografiado, tuvo que suplir con perseverantes sa– .crificios en el estudio, ]a escasez de capacidad intelec– . tual, que en otros jóvenes se manifiesta con tanto vi- gor y espontaneidad.

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