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22 Esta sugerencia divina encontró eco a través de los veinte siglos de cristianismo, e:p. multitud de cora– zones generosos, que no se contentaron con la simple aspiración de alcanzar la vida eterna, sino que pre• tendieron conquistar el tesoro prometido, en la Patria de los bienaventurados. Mas no se puede, sin el llama.miento de lo alto, intentar presuntuosamente la observancia de los Colll• sejos Evangélicos; es necesaria la vocación divina para que, al llamamiento celestial, correspondan las gra•• cias convenientes al fiel cumplimiento de lo que es más perfecto, sin omitir lo que es de extricta obli– gación. Dios empero, en sus impenetrables designios, re– gala el don de la vocación a quien quiere ,destinar a la cumbre de la perfección de la vida cristiana. Bien claro habló J esucrísto sobre este principio: "No me elegis• teis vosotros a mí; si no que yo soy el que os he elegido a vosotros, y destinado para que vayáis y déis fruto, y vuestro fruto sea duradero" (11}. Este llamamiento puede descender de las alturas en forma de torbellino o suavemente; como una gran tempestad, o cual rocío benéfico que gradual y pausa– damente penetra en el corazón humano. Así, por ejem– plo, San Pablo fué llamado a] apostolado por caminos verdaderamente sorprendentes; míentras que los otros apóstoles fueron invitados por el Maestro con las pa– labras más sencillas y ordinarias: "Seguidme a mí, y yo haré que vengáis a ser pescadores de hombres" (12}. Que el joven Lorenzo era una planta exótica en el mundo lo comprobaron sus gustos y costumhrez apuntados en el capítul_o anteric:-, pudiendo facilmen- ( 11 ) . San Juan, XV, 16. ( 12). San Mateo, IV, 20.
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