BCCCAP00000000000000000000752

244 El Padre Santos me pareció un Padre muy bue– no; le gustaba mucho llevarnos a la ca~illa para: rezar y predicam os. Recién nacida una niñita mía, llegó el Padre Sant os, y como nació muy ,enferma, me la bau– tizó, muriendo luego; le hizo un entierro muy solemne, y después, t odos los días venía a mi casa a consolar– me, aconsejándome la resignación. Todas las gentes dicen que a Piacoa no ha venido nunca un Padre ta:n bueno como el Padre Santos. Yo le rezo baistantísimo pidiéndole gracias, y estoy bien persuadida de haber sido escuclh.ada. En Piacoa toda la gente se encomi,en– da a él. Iguacia de Noriega. En Tm:m.pita, Piacoa y Macareo traté con verdade– ra amist ad al Padre Santos, y juzgo que era un verda– :dero santo; el mejor sacerdote que he conocido en mi vida, viéndole en todo muy edificante, y no advirtien– do nada. que pudiera desdecir de un buen sacerdote y religioso. Aprov,echaba. la amistad que a mí le uniá para aconsejarme que fuera siempre buen cristiano, que en t odo momento me acordara de Dios y orara. Y me decía ·que, haciendo oración, no temiera nada, pues con ella se vence toda dificultad y adversidad. También me aconsejaba que nunca hiciera mal a na– die, y siempre que pudiera, que practicara lP. caridad. Todo el mundo, antes y después de su muerte, decía que era un santo. En cierta ocasión me dió unas de~ votas oraciones, compuestas o copiadas por él mismo; yo con frecuencia las rezo, poniendo en ellas confianza cspeéial por la fe que tengo, por habérmelas dado el P . Santos. Henry Clarenoe.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz