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228 Santos, y la encontré, sin poder explicarme que, en un lugar tan patente, no hubiera aparecido antes, ya que las gentes y nosotros pasábamos por el mismo. hfil•tolomé Monro;r. Cuando el Padre Santos andaba evangelizando por los campos le conocí; parecióme .un hombre santo, bue– no y muy buen consejero. En cierta ocasión se enfer– mó en nuestra casa, y únicamente permitía que yo lo asistiera algo, pero no admtió en la habitación a mu– jer alguna, por lo recatado que era. Fué siempre muy sufrido, y nos decía que esa era su misión: · "sufrir pa– ra salvar al prójimo". El ambiente por los caños es, de que era un verdadero santo, y son muchas las per– sonas que se encomiendan a él. Yo mismo invoco su ayuda, y en cierta ocasión recuperé una cantidad <le dinero que se me adeudaba, habiendo antes ofrecido una misa al Padre Santos. Preguntado por el motivo de su vida tan mortificada, nos contestó: "Esa es mi prof.esión". Braulio Monroy Hernández. Yo vi en el Padre Santos un modelo de virtudes en todo: Era pacífico, humilde, mortificado. Hospe– dándose en mi casa celebraba la santa Misa, rezaba con nosotros €1 rosario y nos predicaba en toda oca– sión. Son muchas las personas a quienes he oído decir que era un santo. Con frecuencia me re{!omiendo a su protección. Paula Hernández de l\fonroy.
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