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220 Santos, miró al niño, tomó mi mano derecha, y me dijo: "Esté tranquila, pues el niño no morirá y será. muy bueno". Han pasado los doce años, y tanto el niño, que aún conserva las cicatrices, como yo, nos. encontramos bien, habiendo tenido después otros dos hijos. Estoy firmemente persuadida de que el Padre Santos, y la bendición de San Francisco que, a ruego mío le dió después, salvó la vida a mi hijito, juzgándolo verda– dero milagro. . Siempre me encomiendo a él con mucha fe , y lo propio hace mi madre que vive en Margarita. Entre las gentes con quienes yo tengo relaciones, antes y después de su muerte, existe la fama de su santidad. Con5:uelo de González, Maestra. 149 Yo noté en el Padre Santos el fiel cumplidor de sus deberes sacerdotales, quien aprovechaba cualquier ocasión para .dar saludables consejos. Siempre me he encomendado a él después 8e su muerte, y tengo el convencimiento de que me ha alcanzado gracias. To– do el mundo en Tucupita hablaba bien de él y le tenía en mucho aprecio. En los caseríos, y especialmente en La Horqueta, cuando había disensiones, solían de– cir: "Esto se arregla cuando venga el Padre Santos"; y así sucedía siempre. José Vid.al Marea n.o. 15 9 Siempre aprecie mucho al Padre Santos, porque 1'.ne parecía un santo, por su amabilidad y mansedum-
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