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218 sona. Luego sacó de su bolsillo dos bolívares y trnas medallas; una de ellas la colocó sobre la enferma, y los dos bolívares nos lo entregó a nosotras, mandán• donos que viéramos cómo podíamos aumentar la can• tidad. Nosotras nos miramos, sin saber qué partido tomar. Por fin, resolvimos hacer un quesillo y rifarlo. Con los dos bolívares que nos entregó el Padre, compramos los ingredientes necesarios, preparamos el quesillo, lo rifamos con tan buenos resultados que sa• camos cincuenta bolívares. Con ellos compramos a la enferma, sábanas, fundas, velas y medicinas. Todo es– te tiempo permaneció el Padre junto a la enferma, la cual mejoró. Desde este día conceptuamos nosotras al Padre Santos como verdadero santo, y que hacia milagros. Cuando ya regresábamos a Tucupita, después de ha– ber permanecido con el Padre en La Horqueta, desde el 22 de diciembre del año 1926, hasta el 4 de enero de 1927, decía yo a mis compañeras: "Lo que es, si el Padre Santos no es ya santo, lo será". A mí, hace muy poco tiempo, me ha alcanzado la gracia siguiente: Habiéndoseme caído al suelo una pieza de la máquina de coser, necesaria para poder tra– bajar, se me rompió, no encontrando repuesto. Empe– cé entonces una novena al Padre Santos: los tres pri– meros días, fué inútil toda prueba de la pieza. Pero ¿, cuál no sería mi sorpresa cuando el cuarto día, al ir a probarla, la encuentro en perfecto estado? Una vez más afirmo que el Padre Santos merece que le suban ,a los altares. Yo vivo pendiente del Padre Santos con ilimitada confianza. Angelina Rodríguez de Oabral.

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