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212 -Todo lo contrario; no buscaba comodidad algu– na, ni le gustaban los obsequios, ni se fijaba en las gentes; su mirada se dirigía al cielo. Procuraba tomar siempre lo más desagradable, buscaba un rinconcito de la casa en cualquier parte, y allí oraba y rezaba. En una ocasión nos pidió que le colgáramos el chinchorro fuera de la habitación para no molestar a la familiaº Créame, Padre, el Padre Santos era.un ver– dadero santo. Lilia Ramos. El Padre Santos era un verdadero santo; peniten– te, mortificado, y de una abnegación a toda prueba. -¿En donde le trató usted? ---Yo le conocí en el bajo Orinoco y le traté con intimidad. Pude darme cuenta de que para hacer el bien a los demás, y especialmente a los indios, era de una caridad y paciencia inconmovibles y admirables. -¿ Tiene algunos hechos concretos que lo atesti– güen? -~Como muestra, le contaré el caso singuiente: En cierta ocasión me llevó seis o siete indios, desde Araguaimujo a Sacupana; llegó a dicho lugar bajo un fuerte aguacero, a las dos de la madrugada. Allí se sentó con los indios en un tronco de árbol, que estaba a la intemperie, hasta ya entrada la mañana. Enton– ces le dije, que cómo no nos había avisado su llegada. El, humilde y sonriente, respondió: "Por no molestar– les en hora tan inoportuna". Mi señora también lo tra– tó, pudo admirar sus virtudes como yo las admiro. Dr. Domingo Antonio V:alde:rrama.

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