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210 dos indiecitos y caminó toda la noche, aunque cuando llegó a Tucupita, ya la Madre había muerto. Inme– diatamente regresó a la Misión el Padre, para darnos la dol9rosa noticia y hacer con nosotras el oficio de Padre, ya que nos sentíamos huérfanas. Como rasgo ei:;pecial de su mucha humildad, pue– do citar el hecho de que el día de su santo se ocultaba, sin que pudiéramos felicitarle ni hacerle obsequio de ningún género, cuando en los demás días, del año siem~ pre se dejaba ver para indagar si había alguna nece• sidad. Si cualquiera .de nosotras le decíamos que es– taba muy ,endiosado, inmediatamente se marchaba, sin decir nada, como sonrojado, rechazando toda alabanza. A nadie, ni religioso, ni religiosa, ni seglar, oí ha~ blar nunca mal de él en vida o después de muerto. Con los Padres yo casi no tenía trato. En cuanto a las Hermanas, todas le tenían- en concepto de santo. Lo propio sucedía con los seglares, quienes aseguraban que le convenía muy bien el nombre que; llevaba de Santos. Puedo asegurar que no advertí en él defecto alguno. Sor Casimira, de Alcota;si, Religiosa T. die la Sa,grada Familia.

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