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207 arreglara el altar portátil y la ropa de uso personal, porque pensaba salir al campo, y no regresaría en una huena temporada. Traté de persuadirle para que no fuera, porque estaba enfermo y podía agravarse, de• bido a las muchas privaciones que necesariamente ha– bía de sufrir por esos lugares, donde se carece de lo más indispensable; mas, na.da pudieron mis razones para hacerle desistir de su propósito. "Tengo que ir" fué su respuesta, porque he de bautizar, efectuar ma– trimonios, etc. . . Salió, y ¿ cual no sería mi sorpresa cuando a los siete días de su partida divisé una embar– cación, y al aproximarse al pu€rto reconocí al buen Padre ·santos? En unión de otras Hermanas salí al puerto a recibirle, creyendo que venía enfermo. Al pre– guntarle sob:-e el estado de su salud, nos dijo: "Regre– sé porque no encontré trabajo''; y dando orden de que atendiéramos a los bogas, se retiró a su habitación. Al retirarse el Padre, ellos nos manifestaron que en un c~erío tenían urdida una trama con el fin de matar al Padre, por lo que le llevaron ·a ,la Misión sin pé~dida de tiempo. Jamás el Padre hizo alusión a este suceso, cambiando de conversación al ser preguntado sobre el particular; de modo que nunca dejó escapar de su~ labios una palabra de queja o indignación sobre aquellos que tan impunemente quisieron atentar con– tra su vida. Mucho más pudiera decir sobre las virtudes del Padre Santos, pero me limito a esto: Sí la santidad consiste en la práctica de las virtudes, el Padre San– tos era un gran santo. A mí m~ profetizó algunas cosas qm~ se vienrn cumpliendo al pié de la letra. Sor EUsabetll de OriJmela, Religios.a T. de la Sagrada Familia;

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