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200 Pero la virtud propia, la característica del P. San– tos, fué la caridad con el prójimo: no perdonaba fa. tiga ni sacrificio cuando se trataba de remediar cual– quier necesidad, ora en el orden espiritual, ora en el material. Su vida fué una cadena de actos de heroica caridad para con los demás, y se veía claramente haber adquirido tan fuerte hábito de esta virtud, que pare– cía una segunda naturaleza. En confirmación puedo citar algunos hechos concretos: La Reverenda Madre, Micaela de Paiporta (q e. p. d.) , primera Superiora- de la Casa-Misión de Ara~ guaimujo, se enfermó del estómago y, naturalmente, sólo apetecía jugos, cosa que no se conseguía en la Misión; lo supo el P. Santos, y el tiempo le faltó para meterse e11 una diminuta curiara con dos indiecitos y el respectivo canalete, y lanzarse agua arriba, en ple– no medio día, con un sol abrasador. . . Le pregunta– mos, que para donde se dirigía, y cont.estó : "Hasta donde encuentre". Y encontró unas piñas todavía tier– nas, y con ellas regresó muy cansado, pero feliz y ale– gre de poder satisfacer los deseos de la enferma. Casos semejantes los repitió muchas veces al en– fermarse los indios que, conociendo el flaco del corazón del Padre; le pedían piña, naranja, etc. ; y, él no en– .contraba sosiego hasta satisfacer los deseos de los enfermos. Eentre los indígenas internos había un jovencito llamado Agapito, el cual vivía constantemente enfer– mo; y con él ejerció el P. Santos la más solícita cari– dad. •renía úlceras purulentas (efecto de la sífilis, tan común entre los indígenas) ; con frecuencia le sobre– venían infecciones en la sangre y, según los síntomas, padecía de ·tuberculosis pulmonar. A esto se unía una especie de parálisis que }(} imposibilitaba para cami– nar: el bondadosísimo Padre Santos lo cargaba en sus

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