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192 ,entre los dormitorios de los niños mayores y menores, para vigilancia y cuidado de los mismos. Durante aque– llos meses oí hablar siempre con gran estima del Pa– dre Santos, a sus compañeros, a los indígenas internos y a los indios que llegaban de los caseríos. Me consta que, de una manera extraordinaria, su– po el Padre Santos la muerte de uno de su familia, (tal · vez su madre) , en el día y hora en que sucedió ; cosa que él mismo nó sabía a qué atribuir. Principalmente oí contar de él, su espíritu de humildad, su dadivosi• <lad y la pureza angelical, junto con la bondad y la in– dulgencia para todos, hasta para los enemigos y ca- 1umniadores. · Fray Cesareo de Annellada, Misionero Ca;pucbm.o.

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