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X Asistencia a los apestados en Tucupita. - Humildad y caridad del Padre Santos. - Conocimiento, ™º de la. muerte lle un ser querido. La primera vez que yo ví al Padre Santos de Abel– gas fué, · el día 7 de marzo del año 1933, en Pederna-. les. El Padre -Santos venía en el vapor fluvial "Apure'·', del que se trasladó al "Manzanares", para seguir viaje a Caracas por quebrantos de salud. Posteriormente conviví con él en nuestra casa de Tucupita, er: el mes de agosto de 1935. El Padre San– tos se encontraba allí, también por motivos de salud. Recuerdo que, en aquellos días reinaba una gran di~ sentería maligna, muy contagiosa, y que el Padre Abel– gas salió, repetidas veces cada día, en auxilio espiritual de los atacados, siempre con prontitud. Y se notaba el gusto y espontaneidad para este ministerio. En aquellos pocos días noté en él, como sobresa– lientes, la humildad, por el gran aprecio que hacía; y por los elogios que tributaba a los demás; recogimien– to espiritual no común; caridad, condescendencia y . amenidad y gracejo en el trato con los otros religiosos. Después de esto, et año de 1936, flÚ a Araguaimu– jo, precisanente a suplir al Padre Santos, quien, nue– vamente, por achaques y enfermedades, salió de la Mi– sión. Por tres meses ocupé su celda-habitación, ubicada

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