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VII El Padre Santos n11uy ,es1J1iritual. - Agradable su U."a•• to. - Por sentimientos de humildad. He coi10cido al Padre Santos de Abelgas, sólo muy poco. La primera vez, fué el año de i93,2, en: un vm,je– que hice a Ja Misión de Arag;uaimujo acompañando a Monseñor füstal : Allí estaba residenciado el Padre Santos; y! al verle, me dió la impresión de encontrar– me ante un. religioso más espiritual que lo común de los otros religiosos. No permanecí en Araguairnujo más que dos días, y recuerdo que me sentía bastante inclinado a ::mscar sus. conversaciones: no. me acuerdo concretamente de los asuntos tratados con él; sólo; recuerdo de una vez que me llevó a su habitación, y me habló, con bastante, fervor, de trabaj~r por 11:1, sal– vación de les indios; de s-er un misionero celoso, y de dar gloria a .la Orden Capuchina. Me vol-vi a encontrar con él, en la Residencia de Caracas, donde se encontraba muy enfermo, y no sa– lía apenas de la habitación, sino para decir la santa Misa. Dura:ite el mes que permanecí en Caracas, iba. con frecuencia a su celda, a pasar los recreos con él; su trato era siempre muy suave y . espiritual, que me encantaba. Me hablaba de que él ya no podía salir de. la enfermedad, pero nunca le oí quejarse. Se mostraba muy agradecido al menor servicio que se~ le hacía, y me pareció que, al hablar con uno, no miraba fijamen– te, sino que estaba con la vista baja, o mirando vaga-

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