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155 1935, después de visitar las ranc,herías cercanas a Sa– cupana, varios caseríos de criollos, y la isla de Tórto– la,, tuvo que dirigirse a 'fucupita enfermo ( 48). Sin e:nbargo,_el 24 de noviembre del citado año lo encontramos trabajando en Santa Catalina. Y el_ 15 de diciembre nuevamente en Santa Catalina, Tór– tola, Piacoa, Geina y S:acupana, regresando a. la Casa de Araguaimujo el 16 de enero de 1936. A pesar de la voluntad férrea y del espíritu gi– gantesco del Padre Abelgas, se iban agotando sus fuer~ zas físicas. de día en día, ·agotamiento que n:o pasa– ba desapercibido a los Superiores de la Misión, quie~ nes, aunqu-z apreciaban como se merecían, el celo apos– tólico, la abnegación con que ejercía los ministerios y los ubérrimos frutos que cosechaba ,entre indígenas y criollos, obtaron por mandarle por segunda vez a Caracas, e:::i la esperanza de que podría recuperar la salud y la~ energías perdidas. ObediEnte el _Padre Santos, a imitación de su di– vino Maestro, con dolor se separó de la Misión y em– prendió el -. :ria.je a Caracas .en los primeros días del mes de agosto, llegando con el Padre Alvaro de Espinosa a Caracas el 21 del mencionado mes y añer ( 49). Pero se retiró, c:.ial fiel soldado, del campo de combate~ pe– leando las gloriosas batallas del Señor, ya que, cuan– do recibió la orden de traslado se encontraba hacien– do un recorrido por los caseríos de Tórtola y Vara– dero (50). Cuandc el Padre Abelgas llegó a Caracas certifi• ca.ron los facultativos que, cualquier remedio era tar- (48) . Cronico de la Residencio _de Tucupit-a. (49). Crónico de la Residencia, ~é_Caracas, pág. 223. (50) . Cién 'co de la Casa de Tucupita, pág. 96.

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