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14 En la población de · A belgas, el año de 1859, unie– ron su destino con los sagrados vínculos del matrimo– nio cristiano los jóvenes Manuel Alvarez y María Al– varez, más ilustres por la fe profunda y por la vida ejemplar, que por títulos de nobleza humana o de grandes rig_uezas, aunque su posición económica fue– ra desahogada, como correspondía a los labradores castellanos de la clase media a que ellos pertenecían. Era don Manuel, joven piadoso, el cual había de– dicado los ·primeros años de la juventud al es~udio de latín y filosofía, en la creencia de que el Señor le lla– maba para el estado sacerdotal. Mas, no advirtiendo en sí mismo una vocación decidida, optó por abrazar el matrimonio, viviendo como buen cristiano, esposo perfecto, padre preocupado por el bienestar de sus hijos, hasta que, a la edad de 53 años, el Señor le llevó a mejor vida. Doña María fué mujer de extraordinaria fe y vir– tud cristianas; sus deseos más ardientes eran que to– dos sus hijos se consagrai'a.n a Dios en la vida sacer– dotal o religiosa, y por eso acostumbrada a decirles: "Mirad, hijos, nunca me pongo de rodillas sin dirigir esa petición al Señor". Cuando alguno de 1os varones entraba en el sorteo para el servicio militar, doña Ma– ría empezaba un ayuno de cuarenta días, durante los cuales asistía a la santa 1'.fisa, y pedía a Dios que le tocara buen número, para que no interrumpiera los estudios eclesiásticos, y se viera libre de los peligros morales a que está sujeta la carrera de las armas (5). El Señor aceptó sus ayunos y sus oraciom,s, pues nin– guno de sus hijos fué a la milicia; los tres mayores porque les favoreció el número, y el menor porque ya era religioso, exento entonces por las leyes civiles. Bendijo el Señor la unión matrimonial de don Ma- (5). P. José Mo. efe Césana. Informe particular.

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