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140 to una embarcáción desconocida, sospecharon que pu– dieran ser cayeneros fugitivos, o guardacostas, pero al darse cuenta de que eran los Misioneros de Araguai– mujo, recibiéronlos ,con gran satisfacción: es~s ;r!l'n un joven criollo llamado Jesús Acosta y el s1mpatico negrito Carlos. --¿ Tienen agua potable? -Sí que la tenemos en abundancia; recogemos siempre la de lluvia. -Pues hagan la caridad de darnos de beber por• que estamos asados de calor y de sed. -También tenemos un cómodo baño ... -Muy agradecidos; nos aprovecharemos de su generosa oferta. -¿Hace mucho tiempo que salieron de Tucupi– ta? -Como quince días, y se nos agotaron too.as! las provisiones. --Ahora mismo les vamos a preparar un buen hervido de pescado fresco para que se alimenten, ya que se ven tan extenuados. Repuestos los Misioneros con aquel inesperado ágape pidieron informes a sus bienhechores sobre el paradero de los isleños mariuseros, con el fin de cum– plir el objeto de su exc.ursión, pues re habían enterado por el camino que, abandonadas las rancherías, habían partido hacia los morichales. Jesús y Carlos les indi– caro~ que, probablemente se encontrarían en el cañp ,Jarujana, que quiere decir en nuestro idioma Caño del nido. Aleccionados por la dura experiencia, trataron de proveerse de alimentos, antes_de partir para el caño aludido. Con este fin salieron de caza acompañados por Carlos el negTito, y al poco tiempo tuvieron la suerte de descubrir una manada de monos araguatos
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