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94 espirituales "cuando están vacias y limpias'' (LB 3,18), "las profundas ca– vernas del sentido". Haciendo este comentario, en un momento dado llega a decir: "En el tiempo de este desposorio y espera del matrimonio en las unciones del Espíritu Santo, cuando son más altos ungüentos de disposiciones para la unión de Dios, suelen ser las ansias de las cavernas del alma extremadas y delicadas; porque, como aquellos ungüentos son ya más próximamente dispositivos para la unión de Dios, porque son más allegados a Dios, y por eso saborean al alma y la engolosinan más delicadamente de Dios, es el deseo más delicado y profun– do, porque el deseo de Dios es disposición para unirse con Dios" (LB 3,26). Y, deteniéndose, abre un largo paréntesis "para avisar a las almas que Dios llega a estas delicadas unciones, que miren lo que hacen y en cuyas manos se ponen, porque no vuelvan atrás" (LB 3,27), pues "es Dios el principal agente y el mozo de ciego que la ha de guiar por la mano" (LB 3,29). En este parén– tesis pone en guardia al alma contra los peligros de los falsos mozos de ciego: el maestro espiritual (LB 3,30-62), el demonio (LB 3,63-65) y ella misma (LB 3,66-67). Vuelve después "al propósito de estas profundas cavernas de las potencias del alma en que decíamos que el padecer del alma puede ser grande cuando la anda Dios ungiendo y disponiendo con los más profundos ungüentos del Espíritu Santo para unirla consigo" (LB 3,68). Presenta los peligros de los falsos mozos de ciego en el contexto del paso de la meditación a la contemplación, de la etapa preparatoria de la noche, en que se vive aún del sentido, a la etapa propiamente nocturna, en que desaparece todo apoyo sensible.

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