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vivido por Jesucristo, se vuelve a revelar Santo 37 • 2. Dios en la noche 84 como el ámbito del Espíritu En un segundo momento recogemos en tres pasos los datos de la obra que permiten reconstruir la comprensión de la noche sugerida por la clave trini– taria a la que se atiene en e1 fondo, de forma casi i rrefl eja, como acabamos de comprobar. Vemos así, con más precisión ya, la explicación implícita que dan los comentarios de las piezas de la estructura interna del poema. A. Jesucristo en la noche del hombre En este primer paso seguimos la actuación concreta de Jesucristo en la noche del hombre3B. 37 En los textos analizados se ve claramente que la fuerza ct·ivina que actúa en la noche es el Espíritu Santo: se habla en ellos de forma entera– mente explícita del Espíritu Santo, del Espíritu Divino. Observamos que tampoco en este contexto se nombra al Hijo. Sin embargo, como hemos dicho anteriormente (cf. la nota 34, pp. 236-237), en algún sentido está presente dado el carácter cristológico de la noche: si Jesucristo, el Hijo, es el protagonista fundamental, básico, de la noche, en la que el Espíritu Santo abre al Padre, el Espíritu Santo une a Jesucristo, el Hijo, con el Padre. Queda insinuada así, como hemos dicho anteriormente también, nada más que una dirección del movimiento intratrinitario: la que va del Hijo al Padre en el Espíritu Santo; no asoma la contraria: la que lleva del Padre al Hijo en el Espíritu Santo; esta ausencia se debe a que aquí se habla del Espíritu Santo en el contexto de la marcha nocturna del hombre a Dios. 3 ªHay que reconocer con Lucien-Marie de saint Joseph que a prendre l'enseignement du saint comme un cours de théologie dogmatique, on ne peut que le trouver gravement déficient. Dans ses oeuvres majeurs, saint Jean de la Croix passe sous silence des moments historiques essentiels de la vie du Christ et cite les textes évangéliques concernant le Christ de la fa9on la plus lacunaire" Le Christ dans la doctrine de saint Jean de la Croix, p. 275. Como dice el mismo autor, "la sensibil ité rel igieuse actuelle est autre que celle des contemporains de saint Jean de la Croix. Nous aimerions que le