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78 ciendo cesar todo lo que es de hombre viejo, que es la habilidad del ser natural, y viestiéndose de nueva habilidad sobrenatural según todas sus po– tencias; de manera que su obrar ya de humano se haya vuelto en divino, que es lo que se alcanza en estado de unión, en la cual el alma no sirve de otra cosa sino de altar en que Dios es adorado en alabanza y amor, y sólo Dios en ella está" (S I,5,6-7; cf. S III,2,8-9.16; N II,4,2; 17,2). En primer lugar establece aquí una relación especial entre la purificación de "todas las extrañas aficiones y asimientos y... del dejo que han dejado en el alma", por un lado, y la afición a Dios, por otro: no se da entre ambas una conti– nuidad, pues el alma "ha de tener para llegar a este alto monte ... las ves– tiduras mudadas, las cuales ... se las mudará Dios, de viejas en nuevas"; parece aludir así otra vez a la acción del espíritu divino que, entrando en el alm~ que menosprecia todas las cosas, le hace aficionarse a Dios hasta transformarse en él (cf. S I,5,2) 32 , En segundo lugar, hace ver en este texto que las nuevas vestiduras son de carácter divino, pues sitúa el espí– ritu humano, con sus facultades, en el ámbito de Dios, transcendido en él: un nuevo entender de Dios en Dios ... y un nuevo amor a Dios en Dios ... vis- tiéndose de nueva habilidad sobrenatural según todas sus potencias ... de manera que su obrar ya de humano se haya vuelto en divino"; parece afirmar de esta forma que la afición obrada por el espíritu de Dios en el alma es su misma afición divina a Dios, aquella afición con la que él, el "espíritu 32 Este es uno de los aspectos que hemos visto en las referencias pneu– matológias que acabamos de analizar: la tensión del alma hacia Dios; cf. nota anterior. Esta tensión aparece aquí con más fuerza que en los textos precedentes; pero no por esto se afirma su inserción en el movimiento trini– tario; simplemente se ins1nua al hablarse del espíritu increado del Padre. Por tanto, no asoma aquí la problemática trinitaria que presenta la relación mística del hombre con Dios, tal como se ve en Cántico y en Llama; cf. H. SANSON, El espíritu humano según san Juan de la Cruz, pp. 520-551.

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