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77 apetito y afición de ·1as criaturas, que produce hambre creada, y capacidad y afición de Dios, debida al espiritu de Dios, al espiritu increado del Padre, que causa hartura increada 3 1. Nos fijamos, en segundo lugar, en un texto que ofrece una densa explica– ción de la experiencia espiritual. Tratando de probar que el alma para "pa– sar a este alto estado de unión con Dios" debe vaciar "el apetito de todas las cosas naturales y sobrenaturales" (S I,5,2), acude también a Gn 35, 2-3, "donde se lee que, queriendo el patriarca Jacob subir al monte Betel, a edificar alli a Dios un altar en que le ofreció sacrificio, primero mandó a toda su gente tres cosas: ... lo primero, que arroje todos los dioses ajenos que son todas las extraRas aficiones y asimientos; y lo segundo, que se purifique del dejo que han dejado en el alma los dichos apetitos ... ; y lo tercero que ha de tener para llegar a este alto monte es las vestiduras mudadas, las cuales.,.. se las mudará Dios, de viejas en nuevas, poniendo en el alma un nuevo ya entender de Dios en Dios, dejando e1 viejo entender de hombre, y un nuevo amar a Dios en Dios, desnuda ya la voluntad de todos sus viejos quer·eres y gustos de hombre y metiendo el alma en una nueva noticia y abisal deleite, echadas ya otras noticias y imágenes viejas aparte, y ha- 31 0bservamos en estas referencias al espíritu que asoman en S I,5-7 una gran coincidencia; por un lado, todas reflejan, con igual intensidad, la tensión del alma hacia Dios; por otro lado, todas hacen ver, en mayor o menor grado, que esta tensión tiene un carácter sobrenatural. La razón pro– viene del contexto común; por un lado, en SI se habla ante todo de la noche activa del sentido, cuyo objetivo específico es la negación ascética del apetito de las criaturas: en estas ~eferencias pneumatológicas asoma el vigor de esta lucha ascética que lleva a Dios; por otro lado, en SI se habla también de la noche en general, producida por la contemplación místi– ca: en estas referencias se entrevé la fuerza divina de la acogida contem– plativa de Dios.

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