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64 presencia de la fe, de su luz natural está ciega" (S II,3,5). Parece esta– blecer un paralelismo entre la vida bienaventurada de la Iglesia celeste y la vida peregrina de la Iglesia militante. Por un lado, están el día y la noche; dice que el día es Dios como luz de la bienaventuranza, como objeto luminoso de la visión beatífica, y explica que la noche es la fe de la Igle– sia militante, donde no brillan ni la clara sabiduría beatífica ni la luz natural; en paralelo con lo dicho sobre el día, parece decir también que la noche es Dios como luz de la vida peregrina, como objeto oscuro de la fe. Por otro lado, van la Palabra y la ciencia; dice que la Palabra es el Hijo de Dios, es decir, aquél, que recibiendo todo su ser de Dios, es su imagen pura; da a entender que esta Palabra es comunicada y pronunciada en el cielo con toda claridad: Dios, el Padre, desvela plenamente a su Hijo, y brilla así, en él, como luz del día, como luz luminosa; especifica que la ciencia es noche en la tierra, pues falta aquí la clara sabiduría beatífica, además de la luz natural; indica que esta ciencia es mostrad~ oscuramente; en para- lelo con lo dicho sobre la Palabra parece decir también que la ciencia es el Hijo de Dios, comunicado sin la claridad celeste: Dios, el Padre, presenta veladamente a su Hijo, y despunta de esta forma, en él, como luz nocturna, como luz oscura1s. 15 La clave para la interpretación de esta presentación de la autorreve– lación de Dios en el cielo (día) y en la tierra (noche) está en la relación entre la Palabra y el Hijo, por un lado, y la Palabra y la ciencia, por otro. La relación entre la Palabra y el Hijo es clara: la Palabra de Dios no puede ser sino su Hijo, y el Hijo de Dios no puede menos de ser su Palabra; y es que si el Hijo se constituye a sí mismo al acoger el ser del Padre, no puede menos de reflejarlo como una imagen perfecta; en este sentido, se comprende que la Palabra aparezca como realidad celeste, independiente de su venida a la tierra. La relación entre la Palabra y la ciencia es menos cla– ra: parece que la ciencia se opone a la sabiduría beatífica, y no propiamen– te a la Palabra; todo consiste en dar con el alcance que tiene aquí el tér– mino sabiduría; puede aludir a la visión beatífica (al acto celeste de ver),
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