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55 mero en general (S I,4-5), depués en particular (S 1,6-10); en esta justifi– cación, como hemos visto también se ha mantenido en un plano antropológico. Sin embargo, ha hecho, aunque no lo hayamos advertido, varias alusiones a Jesucristo, profundamente enraizadas además en el contexto de la noche en el que las inserta (S I,5,8; 6,1). Deteniéndonos ahora en ellas, empezarnos a ver con cierta claridad un aspecto de1 carácter cristológico de la noche. Hablando en general, tras hacer ver con argumentos filosóficos y psicoló– gicos que el alma debe vaciar "el apetito de todas las cosas naturales y sobrenaturales" (S I,5,2), acude a la Escritura. Cita, entre otros textos, Dt 31,26, Num 17 y Heb 9,4, haciendo un comentario cristológico: "No con– siente Dios a otra cosa morar consigo en uno ... y sólo aquel apetito con– siente y quiere que haya donde El está, que es de guardar la ley de Dios perfectamente y llevar la cruz de Cristo sobre sf. Y así, no se dice en la Escritura divina que mandase Dios poner en el arca donde estaba el maná otra cosa sino el libro de la ley y la vara de Moisés, que significa la cruz; porque el alma que otra cosa no pretendiere que guardar perfectamente la ley del Señor y llevar la cruz de Cristo será arca verdadqra, que tendrá en sí el verdadero maná que es Dios, cuando venga a tener en sí esta ley y esta vara perfectamente, sin otra cosa alguna" (S 1,5,8). Para tener a Dios el alma debe guardar su ley y llevar la cruz de Cristo sobre si, "sin otra cosa alguna", pues sólo esta ley y esta cruz pueden hacer de ella arca verdadera de Dios. No resulta claro el alcance de este llevar la cruz de Cristo sobre si: puede tratarse de vivir como él, negando como él el apetito de lasco– sas; en este caso aquí se animaría a vivir una noche como la suya; puede tratarse también de vivir con él y en él, participando en su negación del

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