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51 rés didáctico, se alejan del mundo simbólico del poema al caer en gran me– dida en la trampa de las técnicas conceptuales empleadas: la alegorización del simbolo y la sistematización doctrinal; con estas técnicas dan una ex– plicación de las piezas de la estructura interna del poema que deja esta última desajustada; hacen así el desbrozamiento de una figura de la noche que no tiene todo el vigor de la del poema, y ofrecen, por tanto, la des– cripción de una experiencia teologal de Dios más pobre que la evocada en el poema. Pero hemos dicho también que los comentarios están marcados por cier– tos datos que empujan más allá de los desarrollos alegóricos y sistemáticos, dejando ver la misma realidad simbolizada en el poema; esos datos llegan a hacer ver una explicación de las piezas de la estructura interna del poema que no desajusta esta última; sugieren así una interpretación de la figura de la noche dibujada en el poema, y esbozan, por tanto, un comentario de la experiencia teologal de Dios evocada en él. Así, pues, al desentrañar la explicación da las piezas de la estructura 1ntarna del poema por medio de la lectura de los comentarios, nos preparamos para pasar de una primera lectura del poema, en la que esa estructura ha sido descubierta nada más que en sus grandes líneas, desnuda y elemental, a otra, en la que aparezca en todo su desarrollo, revestida y completada; en esta lectura intermedia de los comen– tarios, al ir viendo poco a poco la explicación de las piezas de la estruc– tura interna del poema, la ampliamos por partes, pero no acabamos de verla desarrollada en su unidad. Con este doble propósito, hacemos la lectura de Subida y de Noche toma– das como una obra unitaria. La hacemos en dos fases; en la primera, mante– niéndonos en la superficie de la obra, rastreamos lo que dice de forma ex-
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