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forma finita en la meditación y se siente que le hace acogerlo en su infinitud en 102 invadido por un dinamismo divino la contemplación. Así, pues, la noche es la experiencia de oscuridad producida por este cambio de dinamismos en el fondo del ser; el fuego y el aire son la fuerza del dinamismo divino invadente; y el Amado es Dios acogido en su infinitud con la fuerza del dinamismo divino en la contemplación. - En la segunda fase (sección segunda), recogida en este extracto, ha asomado la explicación implícita que dan los comentarios de las piezas de la estructura interna del poema en una perspectiva trinitaria. El hilo conduc– tor es, en este nivel de fondo, la relación creciente entre los distintos personajes; por un lado, Jesucristo asume el destino nocturno que el hombre debe vivir y no puede, ofreciéndole así la posibilidad de atravesarlo: con él y en él el hombre puede dejarse llevar del Espíritu Santo que une con el Padre; por otro lado, Jesucristo asume este destino nocturno del hombre por voluntad del Padre, abriéndole así la vía que lo conduce a la oscuridad humana: con él y en él el Padre se sume en la oscuridad del hombre. Así, pues, la noche es el destino del hombre asumido por Jesucristo, a la vez, para unir al hombre con el Padre y para conducir al Padre al hombre; la noche es Jesucristo en su destino nocturno; el fuego y el aire sentidos en la oscuridad son el Espíritu Santo que mueve el destino nocturno de Jesu– cristo; y el Amado oculto en lo profundo de la noche es el Padre, a la vez, acogido y hundido por Jesucristo en la oscuridad humana. Bajo la guía de los comentarios, sentida pacientemente a lo largo de este lento y largo análisis, hemos sido introducidos en la experiencia teologal de Dios, y así hemos podido verla más desvelada, aunque no plenamente toda-

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