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cargo de la presencia del carisma en el país. Y en lo referente a la promoción y formación de los candidatos a la Orden se pueden cometer muchos errores. Entre ellos: una selección poco versada, teniendo más en cuenta el número que la calidad y disposición; una falta de consideración hacia la forma de ser ·del venezolano, o, por el contrario, una tolerancia absoluta con sus deficiencias, pensando que son de otra manera y que hay que dejarles en su estado natural. No siempre es fácil conjugar tolerancia y comprensión con disciplina y exigencias. La misma formación puede correr el peligro, en un mundo excesivamente afectivo y carente de afectos a la vez, de convertir los centros de "adiestramientos" en una especie de "familia supletoria" que puede infantilizar o hacer dependientes de por vida a los candidatos. La edad avanzada de una gran parte de los capuchinos en Venezuela y la dedicación a tareas rutinarias, puede ser un grave obstáculo para la renovación. No es fácil "reproducir" mentalidades con individuos que no están dispuestos a dejar a un lado sus costumbres y su forma repetida y "organizada" de vivir, pensar y hacer. Y con respecto a los indígenas se plantea un gravísimo dolor de cabeza. Como es natural los primeros capuchinos que en 1.922 llegaron a nuestras zonas indígenas, venían con la mejor buena voluntad y han demostrado estar listos para la vida heroica. Pero, desconocedores de la cultura en muchos casos, poco diestros, como es natural, en nociones de antropología, y fieles a la misión que les encomendó la Iglesia y el Gobierno, han podido establecer métodos de evangelización y de atención humana no exentos de errores. Desde luego, el mérito de la dedicación absoluta al indígena, el rescate de sus culturas y las obras implantadas es innegable. Pero, sesenta años después, los capuchinos deberán preguntarse si su presencia entre los indígenas tiene que seguir siendo de la misma manera. No es fácil aceptar que ha llegado la hora, con todos los riesgos por delante, de conceder autonomía en muchos campos reservados al misionero a los indígenas. No se puede seguir entre los indígenas con un proteccionismo que los exime de responsabilidades y compromisos. Y no pueden los misioneros cargar con tareas que son propias de las instancias civiles y gubernamentales. Las nuevas situaciones de 80

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