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encontrar en la Orden para luego proyectar esa experiencia al mundo que le rodea, a través de las tareas pastorales que ha de realizar. Y que esa vida fraterna debe proyectarse en el seno de la Iglesia de forma visible. Porque muchas veces la fraternidad puede correr el peligro de convertirse en una especie de "familia bien avenida" que tiene un valor en sí misma. Y la fraternidad, o la vida en fraternidad en la iglesia, debe darse para... no en sí misma. Del mismo modo se puede pensar que la minoridad y la pobreza son valores indulgenciados con sólo vivirlos dentro del recinto de la fraternidad. Se piensa que se es pobre no teniendo papeles de propiedad sobre las casas o los inmuebles; haciendo algunas prácticas de penitencia en el claustro y no teniendo apetito de lucro. La minoridad puede convertirse muchas veces en una huida de responsabilidades pastorales. Los capuchinos deben anal izar si en Venezuela la minoridad se expresa en su modo sencillo y llano de llegar al pueblo, en la aceptación de tareas que otros no quieren, en la ayuda prestada a parroquias, sacerdotes y ambientes que no cuentan con quiénes le pongan la mano a ciertos deberes pastorales necesarios, aunque poco esplendorosos. Y en la presencia entre los más sencillos (indígenas, campesinos y marginados) sin aires de grandeza y sin mentalidad chocante. Deberán pensar si la pob,reza no consistirá en vivir preocupados por la suerte de los más desasistidos a través de formas concretas. En la Europa de hace un siglo en los conventos de capuchinos se repartían el pan de San Agustín y no faltaba la sopa para el menesteroso, al mismo tiempo que una preocupación por su persona, su formación y su futuro. En la Venezuela de la crisis los capuchinos deberían pensar en convertir sus casas en casas de acogida, en esta misma línea. Y "asistir", en el mejor sentido de la palabra, a los menesterosos. El culto y la evangelización de los capuchinos, siempre cerca del pueblo, no puede reducirse a los ámbitos del templo. Cuando las grandes masas en nuestro país están pastoralmente desasistidas las congregaciones religiosas en general deberán abrirse a esas masas de la forma que les sea más propia. Entre los capuchinos, por ejemplo, han sido siempre comunes las misiones populares, la asistencia a caseríos y ambientes no atendidos por el clero y otras congregaciones. La implantación de la Orden en Venezuela consistirá en promover las vocaciones nativas y lograr que, el tiempo, se hagan 79

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