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destruída la amarga y malintencionada leyenda negra que denigró a los motilones para justificar las tropelías de los blancos. Desde ese día se reanudó la convivencia entre los capuchinos y los barí. Día a día, con otro estilo, se fue haciendo el reajuste de las novedades que llegaban y las tradiciones valiosas que en las noches habían sido transmitidas de generación en generación. Después de varias experiencias se consolidan los Centros Misionales de Saimadoyi y Bokshí, ellos serán el punto de referencia para toda la promoción de los barí. Allí, con amor y constancia se echaron las bases del futuro. De todas maneras acontecimientos posteriores fáciles. no es exacto pensar que los al primer encuentro fueron muy Estaba fresca todavía la alegría del reencuentro cuando se desencadenó una furia terrófaga contra las tierras barí que ahora estaban desprotegidas por la actitud de entendimiento de los mismos barí. Los yukpas, los barí y los capuchinos, en una indefensa alianza de me:iores tuvieron que hacer frente a otra alianza inmensamente más poderosas: de terratenientes, millonarios, políticos y litigantes. Cuya cabeza estaba en Maracaibo, tenía tentáculos en los bancos y la cola terminaba en los salones de Miraflores. Mucho sufrieron los capuchinos y, en más de una oportunidad, ala;:,aron al Señor por conservarles el milagro de la vida, ileso de un atentado. Para nadie era un secreto que la fortaleza de los indígenas estaba en su alianza con los capuchinos, por eso se usó contra ellos toda clase de ataques; desde la radio, la prensa, reuniones gremiales, hojas volantes, parlantes callejeros, hasta reuniones sociales... Los contenidos más empleados: calumnias, desprecios, tergiversación de hechos, insultos ... Por fin, pasó la tormenta. Como monumento a esa victoriosa "alianza de menores" quedó la resolución del 5 de abril de 1961 que aplicaba -por primera y única vez- el apartado d) del 2º artículo de la Ley de Reforma Agraria, arrancada al gobierno por los misioneros capuchinos, y que creaba la Zona Indígena Reservada de Perijá. Otro hermoso monumento es esa Zona Reservada absolutamente libre de los mordiscos que los watías le quisieron dar, menguando el territorio barí. Por allí, transitan los indígenas y dicen: "esto nos lo quisieron quitar los watías y no pudieron. Sí podemos defender lo nuestro". 57

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