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tracci.ón . En verano las cosas era incómodas, pero en invierno eran imposibles ... La historia que estaban escribiendo los capuchinos en esta parte de Venezuela era la continuación de la que iniciaron en el siglo XVII otros capuchinos. Por ejemplo: Fray Gregario de Ibi, el P. Buenaventura de Vistabella y P. Antonio de Ollería se empeñaban en evangelizar a los Aratomos (una parcialidad yukpa), allá en 1694. Estos estaban en malas relaciones con otro grupo, los Coyamos. Los coyamos, previendo que el apoyo de los misioneros fortalecería a los Aratomos, sus eternos sometidos, arremetieron contra ellos. Los misioneros decidieron hacer algo y echaron a suertes para saber quién de ellos entablaría tratos con los alzados, al precio de la propia vida, claro está. La suerte favoreció a Fray Gregario de Ibi. Digo favoreció porque los tres misioneros lo deseaban. Este se interna Sierra adentro y, al principio, las cosas iban bien, pero, al final, una partida de Coyamos acabó materialmente con él. Sólo se pudo encontrar de él parte del cráneo (que un cacique usaba como escudilla) y el hábito lleno de perforaciones de lanza y .flechas. Por años, esta reliquia estuvo expuesta. a la veneración de los fieles, en la iglesia matriz de Maracaibo. En 1948 las cosas se iban poniendo cada vez más tensas. Los blancos amenazaban, los Shaparu amenazaban y los de Irapa no se daban por vencidos. Había olor a sangre en el ambiente. El 30 de mayo de 1948, cae traspasado por una flecha Fray Primitivo de Nogarejas -cofundador del Tukuko-. Fue una experiencia terrible sacar aquel misionero con la flecha enterrada en el abdomen, a un sitio con recursos médicos. Una hora y media tuvo que ir montado en mula; más de seis horas recostado en una hamaca; más de dos horas en un camión... La odisea terminó en Maracaibo casi 24 horas después del flechamiento. El 14 de setiembre de 1950 tiene lugar otro flechamiento: el P. Clemente de Viduerna. Se repite poco más o menos la misma tragedia y a las 24 horas es intervenido quirúrgicamente. Aparte de estos flechamientos, están los indígenas muertos violentamente y, también los watías. La situación se hace tensa día a día. Los misioneros vuelven los ojos al gobierno y le exponen la cuestión. Por lógica, si el gobierno los llamó, porque al parecer· quería resolver el problema indígena, intervendrá necesariamente. Pero, como ya sucedió en el pasado, los gobernantes de turno (la Junta Militar) tenían diferentes intereses a los gobernantes que los habían llamado. La respuesta no pudo ser más frustrante: "si no pueden continuar, abandonen la Misión. El gobierno no intervendrá para nada". 55

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