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audiencias, gobernaciones y tronos, para defender a quienes por su condición eran más débiles e indefensos, cuando se les obligaba arbitrariamente a "transmigrarse", a pagar tributos, a trabajar sin sueldo para fortificaciones y ciudades, a ponerse bajo el régimen de regidores y cabos de guerra que les despojaban de sus tierras y rebaños. Los reyes terminaban dando la razón a los misioneros y a los indígenas cuando se convencían por los hechos que los indios volvían asqueados a los montes desapareciendo así el status de tierra ocupada frente a la voracidad de las potencias circundantes. Los misioneros ensanchaban y marcaban continuamente las fronteras del imperio. Esto los hacía imprescindibles a los ojos reales, con sus métodos de captación y colonización suaves y justos. Tanto más que los misioneros les servían leal y módicamente viviendo de su trabajo e industria entre los indios, ya que las Cajas Reales llegaron a deber a los misioneros abultados retrasos incobrables. Para dar una idea de la labor pastoral, entresaco de los informes de los Prefectos, los siguientes datos del año 1780, Misión de Cumaná: Bautismos Matrimonios Defunciones Habitantes 1780 Cocuisas 667 216 210 249 Guanaguana 679 102 272 338 Caicara 802 213 300 403 Teresén 448 350 596 143 Coicuar 598 111 474 214 Irapa 700 293 382 141 Soro 450 238 166 99 Amacuro 648 160 365 297 Unare 37 2 207 145 109 Maturín 248 166 68 247 TOTALES 5.612 2.056 3.178 2.240 42

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