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La agricultura, según métodos experimentados en su tierra natal, será otro medio de asegurar el sustento diario; e incluso de multiplicar los recursos para obtener lo que no se puede producir en el lugar. El mismo Prefecto, con otros dos Hermanos se encarga de cumplir el plan trazado y se van por tierra y veredas hasta Cumaná donde llegan mendigando unas reses para el hato misional. La caridad es grande, y en pocos días reúnen un centenar de reses y emprenden con ella el camino del Orinoco. Al otro lado esperan los potreros preparados y en ellos colocan las reses. Según se van adentrando con pueblos hacia el interior llevan el hato a Pastora, en las cercanías del actual Guasipati, y para su cuidado establecen unos estatutos llenos de sabiduría y conocimiento de los hombres y de los animales. Con este recurso seguro ya se pueden dedicar a entradas hacia los indígenas de las selvas interioranas y se van formando nuevos pueblos, hasta treinta, con diversos grupos indígenas. Asegurados estos poblados se introducen juego por el Cuyuní hacia el Esequibo, estableciendo fuertes y poblados. Si el gobernador Centurión no les hubiese parado los pies, para estas fechas la frontera Venezolana llegaría por ese río hasta el Atlántico. Bajo la dirección cuidadosa de los religiosos catalanes la región toma una nueva cara: los indígenas son entrenados en la agricultura, ganadería y otras artes, como la textilería y los metales, que dan abundancia de recursos a los poblados. El régimen es metódico, no despótico: los niños estudian en la escuela hasta los catorce años cuando empiezan a ser introducidos a otras labores agrícolas, etc., las mujeres aprenden sus oficios, tejido, costura, corte, etc., mientras todos los varones mayores tienen que trabajar en la agricultura familiar y en la comunal. Los misioneros les proveen de comida, herramientas, semillas y todo lo necesario, hasta pueden tener sus reses. Los productos de la agricultura comunal se reparte equitativamente, según el número de familiares, y de lo propio pueden comerciar a su gusto con Sto. Tomás de Guayana o con otros compradores. Continuamente hay reatas de mulas que van a Guayana cargadas con los productos de la Misión y regresan con lo que allá se puede mercar. 14

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