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Los éxitos ministeriales del P. Carabantes en Caracas y sus alrededores entusiasman al Cabildo, que escribe a la Corte pidiendo más misioneros que se dediquen al apostolado entre fieles unos y otros entre los infieles. El 17 de julio del 58 llegan seis religiosos a Cumaná, con la orden de ir unos a Caracas y quedar los otros en Cumanacoa para esta misión. Cumanacoa dista de Cumaná un día de via3e, tenía dieciséis vecinos y estaba rodeada de tribus indígenas belicosas y enemigas de los españoles. con aplauso general otros permanecieron los indígenas se Mientras sus hermanos ejercían apostolado en Caracas y Cumaná, los Cumanacoa, esperando inútilmente que acercasen, para intentar su evangelización. el en les Cansados de esta espera estéril se deciden a ir a buscarles a sus tierras, a ver si es posible un contacto benéfico con ellos. Por poco les cuesta la vida a los primeros religiosos que se atrevieron estas "entradas". Al fin los indígenas -ante sucesos admirables- se decidieron a llegarse a los m1s10neros y pidieron un m1s10nero que los adoctrinase. Fue con ellos Fr. Miguel de Torres, al que con todo cuidado y buen trato llevaron hasta un valle con dos casitas en la falda del cerro Guácharo. Animados por el buen trato que le dieron los indígenas, se dirigieron al lugar y decidieron fundar allí el primer pueblo indígena, al que llamaron Santa María de los Angeles. Al año tenía el pueblo capilla, sesenta casas y cuatrocientos habitantes. Una vez que regresan de los ministerios en Caracas y Cumaná los religiosos a Cumanacoa empieza la gran labor expansionista por toda la reg1on, donde habitaban grupos de chaimas, chaparros tiguetiges, farautes, chamaiguas y caribes. Entre tanto se fragua casi casualmente otra tempestad contra esta incipiente misión de Cumanacoa: a una carta sin suficiente información directa, se unen las intrigas de quiénes ven en la misión una oposición directa a sus particulares pertenencias. Se llega a ordenar que todos los misioneros capuchinos regresen a España