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relatos. Abiertamente se declara en las líneas postreras: «Las cosas aquí escritas, se han escrito para ,que vosotros creais que Jesús es el Cristo-Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo así, tengais vida en su nombre». No cabe duda, la Fe en Jesús es la gran fina– lidad. Y es asimismo la gran Cuestión. Creer que él, el histórico Jesús de Nazaret, el hijo de María la mujer de José, «el carpintero hijo de carpintero», el orador del pueblo ... es ¡nada menos que el Mesías Salvador de todos los hombres, el verdadero Hijo de Dios!. .. ¡Qué .compromiso y qué seguridad] Esto, que siempre ha sido terriblemente serio, hoy se nos está po– niendo, además, terriblemente difícil. No sólo en tierra de infieles, sino también en tierra de cristianos. Recapitulemos: la Iglesia empezó su tarea, a partir de Pentecostés, lanzando incansablemen– te a hombres y pueblos su pregón evangélico de ,Cristo ... , para provocarles a la Fe. Muchos años duró el empeño; no sólo años, sino siglos. Pero los hombres y pueblos del mundo mediterráneo, primero, y después otros hombres y pueblos que culturalmente se les fueron agregando, replica– ron a la acción de la Iglesia con una adhesión de fe, que terminó siendo masiva. Entonces, la ac– ción de la Iglesia tuvo que ir cambiando de sig– no: de tarea predominantemente evangelizadora fue haciéndose cada vez más empeño pastoral; congregado ya el rebaño, había que pensar sobre todo en cuidarlo y guiarlo. Por tierras de cristia- 93

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