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necedad o imbecilidad en el hombre se produce siempre por un estar vacío de sustancia divina. «Vanos son ciertamente todos los hombres en quienes no se halla la ciencia de Dios)) (Sb 13, 1). «Dice en su corazón el insensato: No hay Dios. Así se han corrompido; se entregan a cosas abo– minables» (Sl 13, 1). -¿Qué pecado le merece mayor indulgencia? Castroviejo.-Todos los que yo tengo; de los que, naturalmente, no hablo más que con el con– fesor. Contestación bien humana; y además, humil– de, sincera. Siempre estamos muy inclinados a ser indulgentes con nosotros mismos... Menos mal que sobre nuestra miseria, y la de todos, se cier– ne otra indulgencia infinitamente más valiosa, la única que puede dar paz 1 la de Aquel que siem– pre está dispuesto a acogernos a través de quie– nes han recibido su misión: «Recibid el Espíri– tu Santo. Quedarán perdonados los pecados de aquellos a quienes vosotros se los perdonéis» (Jn 20, 22-23). -¿A quién defendería usted en el Juicio Fi– nal? Castroviejo.-Tendría que utilizar todo el tiem– po que me concedieran, para defenderme a mí mismo. También esta respuesta es humana y humilde. Nuestro doctor sabe seguramente que allí nadie podrá responder más que de sí mismo; y no pre– cisamente como si aún fuera tiempo de arreglar una mala situación. La defensa y el arreglo tienen 90
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