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Los hombres son para Dios algo muy serio y respetable; pero «con respeto, con muchísimo respeto», irá dando El a cada uno lo que deba darle, sin demasiada atención a los gustos del interesado.-«Oh Dios, dice la oración del Jue– ves Santo, de quien recibió Judas el castigo de su culpa y el ladrón la recompensa para su con– fesión ...; y como nuestro Señor Jesucristo, ya en su pasión, dio a cada uno según lo que mere– cía... ». * * * Hoy, bastantes entre nosotros piensan y dicen: Cristo no es aceptado por nuestro mundo a cau– sa de las deformaciones o añadiduras que le he– mos ido poniendo los «cristianos»: es así el Dios en el que no pueden creer. Presentemos al mun– do el Cristo que debe ser, y el mundo lo acep– tará. El propósito es nobilísimo (no tanto los mo– dos y modas de llevarlo adelante); pero ¡no en– tusiasmarse demasiado!: el Jesús a quien el mun– do rechazó un día, con un ensañamiento total, no era un Jesús falseado, sino el auténtico e indiscutible, el que se había presentado a sí mis– nw, y no se equivocaría en esto, me imagino. Los hombres, el mundo, chocarán siempre con la Cruz. Plantada ante el Misterio de Dios, ella le «vela» y «revela» al mismo tiempo. Por ella, se revela o desvela tal misterio para quienes tie– nen el alma disponible y abierta; a causa de ella, queda más velada cada día la luz de Dios ante quienes sólo se buscan a sí mismos.-«¡Baja 84

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