BCCCAP00000000000000000000749

ra-, y yéndonos mirando -con sola su figura– vestidos nos dejó de su hermosura». Pero si los sotos y las espesuras, los montes y las aguas sintieron la presencia de María, los hombres, no. Sólo una chiquilla enfermiza, ado– lescente que sabía de hambres y de pobreza, que nada significada en la sociedad de Lourdes, es– taba allí para recibir a la maravillosa visitante; sólo ella conoció el éxtasis de contemplar su her– mosura... ¿Vendrá para ella sola, la que es como un «deslumbre de luz eterna»? En sus primeras visitas a Massabielle, la aparecida no habla, son– ríe y sonríe mientras la pobre Bernardita ora y contempla... ¿Podría acaso traernos algo mejor que un regalo de sonrisas? ¡Tenemos tanta ne– cesidad de él! Y lo quiere el mundo, sobrado de tristezas y preocupaciones ... Al fin, la Señora habló; fue en la tercera apa– rición, el día 18 de febrero. Y lo que dijo en este su primer hablar, es de una seriedad tremenda, aunque inmensamente transida de cariño: « Yo no te puedo prometer hacerte feliz en este mun– do; pero sí que te lo prometo para el otro». -Pero, Señora; lo que los hombres quieren, es ser felices ahora, en seguida... , que el otro mun– do aparece demasiado lejos! Decidnos que se nos concede ya todo el disfrute posible en este mun– do, y que además, tendremos también toda la fe– licidad en el otro, y os aplaudiremos con frené– tico entusiasmo. Pero, por favor, no nos habléis de cosas desagradables ... En las apariciones que siguieron a aquélla de su primer hablar, las sonrisas fueron cambián– dose en una tal expresión de dolorida tristeza, 78

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz