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ted debe querer más -Y usted puede llegar a todo». Tú, que lees ahora, tú, sentado a la mesa o hundido en un sillón: no dejes pasar este «us– ted», como si fuera para el otro ... Eres tú a quien se habla. Tú, tú mismo, el que puedes y debes querer. ¿Por qué se te dice que «puedes hacer bas– tante»? «Lo que le pasa a usted día tras día (incom– prensiones, sinsabores, problemas, dificultades, sufrimentos), eso es lo que debe ofrecer y acep– tar para expiar pecados: suyos y ajenos». ¿Pecados? ¿Pero todavía hay quien hable de cosa tan «desfasada»? No cuesta imaginarse la reacción de ciertos curiosos y semifatuos progre– sistas, con miedo obsesivo de no parecer sufi– cientemente avanzados. Ellos, los antiangelistas, cayendo en el más bobo de todos los angelismos, el de no contar con la realidad de una criatura a la que no basta decir lo que debe hacer, para que de hecho lo haga ... El pecado está ahí, como una realidad de cada día: en ti, en mí, y en los demás; y lo que se te recuerda, amigo, es que tú tienes en la mano buenos medios para arreglar tus cuentas con Dios, ayudando al mismo tiempo a que los de– más encuentren mejoradas las suyas. ¿Qué ha– cer? No pienses en cosas raras: son las de cada día las que importan, las que deben transfigu– rarse ... , para transfigurarte. Sí, eso que tú, gus– te o no guste, tienes que hacer; eso que tú, quie– ras o no, habrás de soportar. Todo está en cómo lo hagas y en cómo lo soportes. 75
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