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UN CIERTO FUROR «APOSTOLICO». H AY muchas cosas que hacer en el mundo; pero la más importante, aquélla de que dependen, en no pequeña medida, todas las demás, es la de colaborar con Dios en la empresa de ir siendo nosotros mismos mejores. Estoy seguro de que al hombre hay que valo– rarle más por lo que es, que por lo que hace. No está todo en proyectarse activamente hacia «los otros»; es aún de mayor urgencia y eficacia la tarea de cultivar en nosotros ese algo miste– rioso que llevamos dentro. Y esto requiere ratos de silencio, horas de re– flexión, saber estar de cuando en cuando verda– deramente «a solas» ¿Qué puede esperarse de quienes tienen que estar pasando incesantemen– te, de la charla a la Tele, del transistor a la prensa ilustrada, del teléfono a la calle? Me atre– vería a llamarlos <<Viajantes de la vaciedad», o «especialistas de la in-sustancia». La experiencia y la Historia demuestran que 71