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a las mejores metas; y ¡cuántas veces no llevan a ninguna! Los difíciles caminos de Dios se van tornando sorprendentemente rectos y simples para quie– nes entran de lleno en la docilidad al Señor. Así es como termina el pequeño libro del profe– ta Oseas: «¡Que el sabio comprenda estas palabras, que el hombre inteligente las entienda! Porque los caminos de Yahvé son derechos: los justos marchan bien por ellos; los pecadores andan a trompicones». Hasta en la Iglesia católica, tradicional hogar de quienes más y mejor han sabido de «vida interior», hay ahora mucho desconocimiento, teórico y práctico, de la facultad contemplativa del hombre... Así andan las cosas; mejor dicho, las personas. Porque a la sabiduría, al equilibrio o sosiego sus– tancial, sólo puede llegarse por vía de contem– plación. Muy menguado vivirá siempre, el hombre que no busca aislarse y concentrarse para pensar o para ver... Estoy de acuerdo con este apunte de Ortega Gasset: «Hombres» son los capaces de ensimismarse; los demás son «la gente». Con desmedido afán anda ahora la gente -los arrastrados por la «sociedad de consumo»- tras la posesión de «medios de vida ... » 68

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