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otros mismos ... Amaos los unos a los otros ... Venid en pos de Mí...». Recuerdo un diálogo entre Fray Escoba, el mu– latito que iba para santo, y Fr. Barragán, el re– cio portero dominicano del convento de Lima. Fr. Barragán.-Oiga, Fr. Escoba... ¿Es muy difícil ser santo? Fr. Escoba (mediatabundo).-Pues ... me pare– ce que no. Fr. Barragán.-¿Qué hay que hacer para ser santo? Fr. Escoba.-Ser bueno. Fr. Barragán.-¿Y para ser bueno? Fr. Escoba.-Ser mejor. ¡Qué sencillo, y qué difícil! La cosa está en es– forzarnos cada día por ser un poco mejores que el día anterior. Mejores hacia Dios. Mejores ha– cia el prójimo. Mejores en el propio quehacer... Al alcance de todos nosotros está la formula: ¿quién se aplica decididamente a realizarla? * * * Otro diálogo de película, que no se me olvida– rá. Pertenece a «Molokai». El P. Damián, el que se ha recluido en la isla maldita con los que nadie quiere ver, está ya en bella madurez apostólica y de virtud. Y no se encuentra tan solo como en los pri– meros años para la gran tarea. Conocido poco a poco su heroísmo, ha cundido la admiración, y han comenzado a llegar ayudas: de cosas y de personas. 64

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