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Y ahora viene la nma. Niña de verdad, en esos 9 ó 10 años, que tan encantadores resultan. Yo creo que ella ha sabido hablar al Niño del pesebre: «Te quiero mucho, mucho ... y me gus– taría obsequiarte con algo: ¿qué necesitas?». Y el Niño ha debido de responderle: «Yo, ahora, ya sólo tengo necesidades en mis pobres: áma– me en ellos; lo que a ellos les hagas, lo recibiré yo». Y la niña ha ido, ha roto su hucha, y ha teni– do en las manos su pequeño tesoro. Con aquello, ¡cuántas cosas al alcance de la mano! Cine, bom– bones, tebeos, chicle, chupa-chups ... Pero no: Je– sús y sus pobres estaban antes. Y la niña ha ido a la tienda de comestibles, y ha comprado pa– quete tras paquete. Luego, con los paquetes y siete pesetillas sobrantes se ha presentado en una institución de caridad y lo ha entregado todo, sonriente y feliz. Sobre el cieno de las charcas Dios hace que se abran todos los días no pocas flores. 62
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