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LAS HORAS TRISTES E STOY muy triste», me dijo un alma el « otro día. Me lo han dicho no pocas almas en bastantes otros días. En el mundo, a pesar de todas las apariencias, se sufre mucho. Tanto, que muchas veces pien– sa uno si esta vida sería aguantable, en el caso de que nos quedáramos sin fe y esperanza. Muy poderosas y misteriosas razones tiene que haber para que sean las cosas como ahora son. ¡Cuántas horas negras, y cuántos días nublados, y cuántos corazones oprimidos! En ocasiones el dolor se presenta tan despiada– damente, que al encontrarnos ante él, ante él en un prójimo, no tenemos fuerza ni para hablar. .. ¡tan insuficientes y pobres nos parecen entonces, las palabras que podamos decir! Sólo interior– mente nos brota un desahogo: el de rogar a Dios que tenga piedad de quienes así sufren. -Estoy muy triste ... Dígame algo. -¡Dígame algo! ¡Qué más quisiera yo que po- 54

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